
Lo sucedido en los últimos días no es más que el enésimo capítulo de una larga serie de vergonzosos acontecimientos en nuestra política. El enésimo desfile de políticos hacia los interrogatorios policiales. Parecemos estar tan acostumbrados que deja de sorprendernos, deja de ser noticia. Simplemente es un episodio más que reafirma la creencia generalizada de que todos los políticos roban. ¿Cuántas veces habré oído que alguien seguía votando a un partido a sabiendas de su corrupción porque todos roban?
¿No es la política un reflejo de la sociedad que la permite? ¿Acaso no conocen y tapan la corrupción los partidos políticos, los empresarios que entran en el juego de las corruptelas y algunos medios de comunicación? En todos los partidos hay personajes oscuros. Ninguno de ellos ha denunciado los casos de corrupción acaecidos en sus filas. Es más, se apela a la “lealtad” de partido para encubrirla. La mal llamada lealtad no es otra cosa que ser cooperante de actividades poco éticas, ilegales y fraudulentas.
España, ese país donde se admira y ensalza al listillo y no al talentoso. ¿O acaso no conocemos todos casos de personas trabajando en negro y cobrando el paro? ¿O no nos han querido cobrar más si pedimos factura por un servicio (cuando los impuestos ya deberían estar incluidos en el precio final)? ¿Qué pensamos de que los fans de una tonadillera condenada por blanqueo de capitales hagan una recolecta para pagarle la multa y no entre en la cárcel? ¿O de que se hable abiertamente en la televisión pública de un famoso que ha tenido que irse a vivir a Andorra por motivos fiscales?¿O que sea normal en el pensamiento popular el enchufe de alguien en un puesto porque sea familiar, vecino, amigo o colega de partido aunque haya muchas personas con mejor currículum? Pues esto pasa en nuestro país, señores.
El descrédito de la política y la indignación surge cuando comienza la crisis. Mientras la economía iba bien a nadie le importaba que desviaran dinero público. Éste parecía crecer en los árboles, sin límites. Y he ahí parte del problema: la dejación y la falta de interés de la población sobre las instituciones públicas y los dirigentes. ¡Cuánto se podría haber hecho en España con todo ese dinero apropiado! Hubiera sido productivo para todo el país, no únicamente para áquellos que se lo embolsaron.
Lo injusto es que se desprestigie a todos los políticos, a todos los empresarios, a todos los votantes. El desprestigio puede estar merecido en ocasiones, urge la regeneración democrática pero regeneración real. No repitamos medidas de cara a la galería que oculten las mismas maneras. Maneras que necesitan cambiar tanto en los partidos, como en ciertos empresarios y en la gestión de las instituciones. Que meter la mano en las arcas públicas no se permita y se repruebe. Y, por favor, que no se pague con mayorías absolutas. De ser así, no podremos indignarnos.
Noelia Hernández
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