Queramos o no, la industria 4.0 y la digitalización de nuestra economía son ya un hecho. Aunque muchos estamentos parecen no darse cuenta y hay quienes se oponen a los avances tecnológicos que suponen la revolución digital, nuestra manera de hacer, de relacionarnos y también de emprender ha cambiado y cambiará aún más. Nuestro día a día profesional ha visto la irrupción de la tecnología en casi cualquier sector o ámbito empresarial. ¿Acaso hoy no realizamos tareas que antes eran analógicas aunque trabajemos en un sector no tecnológico? Pregunten a los dependientes de una tienda que controlan su stock con unos códigos de barras en las etiquetas; al personal sanitario que usa una herramienta informática para acceder al historial de un paciente; al profesional liberal que realiza todas sus comunicaciones con la Administración a través de internet o al periodista que ha visto desaparecer el papel.
Esta evolución, como todas, encuentra resistencia al cambio. Personas que temen por la pérdida de empleos o la falta de cualificación y no ponen en la balanza las oportunidades que pueda suponer.
Como leía esta semana, “la economía digital no puede permitirse el lujo de desarrollarse sin mujeres”. Pero las mujeres tampoco pueden permitir quedar fuera de uno de los cambios empresariales más importantes que se va a producir en los próximos años. Quedarse fuera significaría añadir un nuevo techo de cristal. Echar a perder los lentos avances que hemos conseguido en las últimas décadas, únicamente por una cuestión de cualificación y de falta de previsión. Y esto incide de manera directa en la empleabilidad.
Aún hoy, tan solo el 30 % de los estudiantes de grados técnicos son mujeres. Es más, la presencia femenina en las empresas tecnológicas es aún testimonial y en muchos casos se limita a tareas comerciales o administrativas. Sin embargo, el uso de las nuevas tecnologías va a ser clave en cualquier ámbito de actividad de ahora en adelante y, por ello, será necesario introducir estas materias en los currículos educativos e incorporarlos como una herramienta transversal, más allá de los estudios que se sigan.
El origen del problema va más allá. ¿Por qué el interés de niños y niñas por la tecnología diverge a partir de cierta edad? ¿Por qué las niñas parecen tener menos apoyos cuando deciden estudiar una carrera técnica? En este caso, no hay evidencias que basen este comportamiento en cuestiones genéticas sino en cuestiones de aprendizaje.
En efecto, pensemos todos en el prototipo de un informático o un experto en tecnología. ¿Ya lo han visualizado? Con perdón para los informáticos, muchos lo habremos identificado con un hombre, joven y un poco friki….Pues esta es la imagen que también tienen muchas niñas y jóvenes aún hoy en día. Muchas de ellas no cuentan con referencias o desconocen que haya mujeres (aunque en clara minoría) que estén siendo pioneras en este campo. Es necesaria, por tanto, la visibilización.
Los estudios hablan de la reducción de la brecha digital femenina, aunque no profundizan y solo analizan el uso de internet. Es cierto que la democratización de los teléfonos inteligentes y las tabletas ha contribuido a disminuir la brecha, sin embargo, no es lo mismo contribuir y generar contenidos que ser usuarias pasivas. Y por desgracia, esta es la posición mayoritaria. Es algo similar a lo que ocurre en el cine, ¿cuántas espectadoras y cuántas directoras de cine hay? Esto podría explicar, por ejemplo, cuáles son los papeles de las mujeres en el cine o qué tipo de contenidos «para mujeres» encontramos en internet.
Será fundamental que las administraciones y los ciudadanos tomemos consciencia del cambio que va a suponer en nuestras vidas y en la empleabilidad de las mujeres. Como decían, no podemos permitirnos estar excluidas de este avance.
Noelia Hernández
Imagen: gratisography.com
(Este post fue publicado por el Huffington Post: http://www.huffingtonpost.es/noelia-hernandez/y-que-hacemos-con-la-brec_b_9830030.html)