El talento no entiende de sexos. Los salarios tampoco deberían

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Decía Bella Abzug que la prueba para saber si puedes o no hacer un trabajo no debería ser la organización de tus cromosomas. Y la razón para recibir un salario equiparable tampoco debería serlo.

Esto, que parecería obvio, no lo es en nuestra sociedad. Las mujeres seguimos padeciendo una desigualdad salarial que determina el reconocimiento del trabajo femenino y genera desigualdades sociales. La feminización de la pobreza no es solo un problema presente sino que afectará más acusadamente en la tercera edad puesto que las cotizaciones laborales inciden en la prestación de jubilación futura. Y, por desgracia, según la OIT, aún faltan más de 70 años para que mujeres y hombres alcancemos la equiparación salarial.

En las últimas semanas se habla de la positiva evolución de la brecha salarial en España. Brecha salarial que tiene varias causas. Sin embargo, las cifras tienen su trampa. Cuando hablamos del salario por hora, olvidamos que en los datos estadísticos no se tienen en cuenta determinados pluses, las horas extra y la diferenciación de categorías profesionales. En un convenio colectivo se fijan los salarios mínimos para cada rango profesional pero las empresas tienen libertad para establecer dónde encuadran a sus trabajadores o remunerar conceptos extra. La falta de transparencia provoca que se puedan establecer medidas discriminatorias en una misma empresa.

Es más, las estadísticas europeas ni siquiera tienen en cuenta los empleos a tiempo parcial para calcular esa remuneración horaria, pese a que es en este nicho donde las mujeres cuentan con un mayor porcentaje de contratos. ¿Y por qué las mujeres somos el grupo mayoritario? Porque el peso de las tareas domésticas y de cuidado sigue recayendo en nosotras. Aún hoy se da por hecho que será la mujer la que renuncie a su carrera profesional cuando se tenga un hijo y esto determinará sus expectativas de promoción futura. Estas estadísticas dan una imagen sesgada de la desigualdad ya que seguimos dedicando muchas más horas a tareas no remuneradas y la corresponsabilidad todavía está muy lejos de ser una realidad.

Si el valor que se da a un trabajo es el salario que se paga, nuestra sociedad muestra una subestima del empleo y el talento femenino, incluso contando con más trabajadoras cualificadas en el mercado. Una sociedad que valora más producir bienes y servicios en determinados sectores que educar futuros ciudadanos y cuidar de tus seres queridos.

Es curioso que mientras la maternidad penaliza, la paternidad añade un bonus. Aún persiste el concepto del padre de familia proveedor y muchas empresas se muestran más proclives a aumentar el salario de un padre de familia mientras que la mujer que es madre representa un «problema» para una empresa.

Además, vivimos en un contexto económico donde los sectores más feminizados pagan salarios menores. A día de hoy, la educación, la sanidad, el trabajo social o las humanidades pagan salarios inferiores a los sectores tecnológicos, por ejemplo. Las elecciones académicas influyen desde edades muy tempranas y es necesario reducir el sesgo de género en los itinerarios académicos para lograr la mayor igualdad en todos los sectores económicos. La necesidad de visibilizar las referencias femeninas en estos sectores y su aportación es clave para mostrar a nuestras niñas que sí pueden hacer carrera en esos perfiles más masculinizados. Es más, ante el futuro del mercado de trabajo y su creciente digitalización, no podemos permitir que la brecha digital femenina suponga un nuevo obstáculo para la equiparación salarial.

No establecer como prioridad una situación de desigualdad que afecta a la mitad de la población y que causa discriminación y vulnerabilidad social y económica demuestra que el poder político y empresarial aún es masculino. Sí es una cuestión en la que debamos meternos y no es un problema solo femenino. Es más, contribuirá a una sociedad más justa, a la independencia económica femenina y al igual reconocimiento de su talento y su valía.

Es necesario priorizar políticas globales que ataquen a todas las causas de esta discriminación salarial, comenzando por las medidas para aumentar la corresponsabilidad y equiparar los permisos parentales, el aumento de la transparencia en el sistema de remuneraciones y la presencia igualitaria en todos los sectores y perfiles. Necesitamos mayor presencia femenina en puestos de liderazgo, reducir los techos de cristal y tener voz en la toma de decisiones. Una presencia real y visible que no se limite al «feminismo de escaparate». Porque el talento no entiende de sexos y los salarios tampoco deberían.

Noelia Hernández

Este artículo se publicó en El Mundo el 22/02/2018 (http://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2018/02/22/5a8ddc62468aeb60278b4606.html)

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