¿Es necesaria la creatividad para innovar?

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¿Cuántas veces me han hecho esta pregunta? La verdad es que no puedo recordarlo, pero suele ser una discusión habitual. Y sigue habiendo personas que me dicen que la creatividad no es necesaria para innovar. Creo que la principal confusión viene de la identificación de la creatividad con cuestiones artísticas, algo que también ocurre con disciplinas como el diseño. Esto pasa en España. Pero la creatividad es algo que afecta a cómo se afronta cualquier cuestión vital. Y por supuesto, es clave para encontrar soluciones a los problemas o ver las cosas de forma diferente a como se han visto siempre. Y esa es la base para innovar.

Esta es la Semana mundial de la innovación y la creatividad. Qué necesario recordar cómo están de relacionadas, ya que la creatividad se fomenta y depende de la educación, la cultura y el entorno que nos rodea.

Cuando empiezo a trabajar en un proyecto de innovación con una empresa o diseñamos una estrategia, suelo sentarme a escuchar y observar, sin hablar. ¿Por qué? Porque me permite ver las interacciones en el grupo, cómo fluyen las ideas y cómo de abiertos están a explorar fuera de su zona de confort. Existe un lenguaje verbal y no verbal, que suele transmitir la verdadera cultura de una empresa u organización, más allá de lo que está escrito en algún documento. En mi experiencia, aquellas en las que cuesta romper los esquemas predefinidos y plantearse darle la vuelta a las cosas, suelen hacer lo que yo llamo innovación cosmética. Es decir, compran o adoptan soluciones ajenas ya disponibles o copian modelos de negocio. No suelen generar algo que sea realmente disruptivo. Y da igual que sean grandes empresas o pymes.

Y el nivel lo suelo medir con la aceptación de lo que popularmente se conoce en España como los «tocapelotas»: dícese de aquellas personas en una organización que vienen a plantearse por qué se hacen las cosas como se hacen. Y no hablo solo de identificar los problemas o criticar, sino de plantearse soluciones, por muy locas que sean. Casi todos los procesos de innovación dejan ideas inviables en el cajón, pero permite que sean ideas. Tocapelotas hay de muchos tipos, pero una gran mayoría de ellos suelen ser personas creativas y que se atreven a decirlo en voz alta. Ponen en un brete la reacción al cambio de una organización. Y no en todas ellas, se permite o está bien visto este tipo de comportamientos. Por ejemplo, en mi paso temporal por la política nunca oí tanto en mi vida la frase «esto siempre se ha hecho así». Paradójico y sintomático de un sistema profundamente ineficiente.

En mi experiencia estudiando y trabajando en diferentes países y cooperando en equipos multiculturales, he observado cómo afectan las nacionalidades a la creatividad. Hay rasgos marcadamente determinados por el sistema educativo y la cultura de un país. Y aquí el nuestro no fomenta precisamente las mentes poco acomodadas. Un sistema en el que los alumnos siguen escuchando pasivamente al profesor, donde las opiniones discordantes no suelen ser bien recibidas y se sigue un libro teórico, no es el entorno que entrene un comportamiento creativo. Si la innovación la hacen las personas, ¿cómo incide un sistema educativo que fomenta un perfil de estudiante conformista? En mi opinión es la base. Y el fomento de la creatividad crea un perfil de ciudadanos determinado, que no solo afectará a la estructura productiva, sino a cualquier aspecto social.

Es más, llevo años escuchando a universitarios recién graduados la poca utilidad de su paso por la educación superior. Incluso algunos emprendedores de start-ups con las que he trabajado, no finalizaron sus estudios universitarios por la misma razón. La universidad en nuestro país hace mucho tiempo que vive en su propia burbuja, alejada del mundo real. Pero eso sería objeto de otra discusión.

Cuando analizamos el perfil innovador de nuestro país, entre otras cuestiones de relevancia, debería analizarse cómo afecta el sistema educativo y cómo acepta la cultura empresarial el pensamiento creativo. Y, por supuesto, ponerle soluciones. No es solo aprender metodologías, sino ser capaz de dejar atrás nuestros prejuicios predeterminados.

Ojalá los tocapelotas dejen de ser considerados como tal en el futuro. Sería buena señal. Mientras, pongamos más tocapelotas en nuestras vidas 😉

Noelia Hernández

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