Que el comercio electrónico ha llegado para quedarse es algo que debiera resultar evidente para cualquier observador que se precie. Cada vez es más habitual ver mensajeros que traen paquetes a cualquier portal de nuestras ciudades. Cada vez es más habitual que busquemos en internet algo que necesitamos comprar.
El cambio de costumbres y la cotidianeidad son factores claves que demuestran que los hábitos de consumo están cambiando y que un nuevo modelo de negocio ha calado en el mercado. Mientras que las cifras del comercio electrónico en España no paran de crecer, el comercio físico se estanca. Como muestra, las quejas de las asociaciones sobre las ventas de las últimas Navidades y posteriores rebajas.
Quienes creen que la apuesta por las tiendas físicas de los gigantes del comercio corresponde a un interés por esta vía no ven que los formatos han cambiado y también la operativa de estos puntos de venta. ¿Qué encontramos en las nuevas aperturas de Inditex o Ikea, por ejemplo? Puntos donde los clientes pueden tocar y ver los productos para finalizar y recoger sus compras online. Otro caso: la necesidad de algunos consumidores de ver en vivo el producto que iba a comprar hacía perder algunas ventas a Amazon. Por eso, han apostado por generar sus propios establecimientos donde esas ventas cautivas no se perderán.
La transformación definitiva vino con la aparición del primer smartphone hace unos diez años. Desde ese momento, podemos comprar en cualquier momento y desde cualquier lugar. Algo con lo que el comercio físico debe competir y saber aliarse si quiere sobrevivir.
Durante este tiempo, se ha producido una concentración de las ventas en Internet. Basta ver las cifras de la última campaña navideña liderada por Amazon, a gran distancia de sus dos seguidores, El Corte Inglés y eBay. Todos con una característica común: no son ni más ni menos que la versión electrónica de unos grandes almacenes, lo que se denomina marketplace.
El pequeño comercio parte pues en desventaja. La falta de una estrategia multicanal junto con recursos limitados hacen que lleguen con retraso a este nuevo entorno competitivo.
La falta de políticas comerciales públicas que anticipasen y paliasen estas desventajas tampoco han alentado un futuro prometedor.
Mientras que algunas corrientes claman contra el comercio online por la pérdida de empleos, ignoran que se ha producido un traslado de éstos hacia otras funciones. ¿Acaso no se han generado nuevos nichos de empleo en el marketing digital o la creación de webs? ¿Acaso las empresas que crecen online no necesitan empleados en sus almacenes y oficinas? ¿Y qué decir de las empresas logísticas? ¿Alguien piensa que Correos existiría si no fuera por el aumento exponencial de la paquetería? No es más que el proceso de transformación de un modelo productivo y de negocio.
Pero hay otra cuestión más de esta evolución que no se está tratando. Las ciudades van a cambiar. Nuestras calles llenas de tiendas mostrarán otro aspecto. E, indiscutiblemente, este hecho tendrá repercusiones tanto en el mercado inmobiliario como en el urbanismo. Actualmente ya hay cambios en la demanda de determinados formatos y ubicaciones y este hecho no sé está anticipando desde las políticas municipales.
Si hasta los Reyes Magos y Papá Noel usan el comercio electrónico, quizá es hora de reconocer que no hay marcha atrás.