EL MERCADO ¿ÚNICO? EUROPEO

247H

Leo en los periódicos la resolución de la Comisión Europea respecto al roaming en la Unión. Después de años tratando este tema y buscando una solución, es curioso que ésta sea tan limitada y no eliminen las barreras que existen para usar el teléfono móvil sin sobrecoste en todos los Estados Miembros. Libertad de movimiento de las personas pero ¿mercado único? Propuesta que se ha retirado ante el rechazo de la opinión pública.

Otro punto reseñable de esta noticia es el tiempo que han tardado en comunicar esta alternativa. Dice la prensa que las empresas de telecomunicaciones han estado presionando para limitar la libertad de uso a coste cero. Curioso que determinados sectores cuenten con estas “particularidades” y coincidan con oligopolios o entornos donde algunas pocas grandes empresas cuentan con una posición dominante.

La eliminación de las barreras para el comercio electrónico entre los diferentes países europeos es otro ejemplo similar. ¿Cómo puede suceder que un ciudadano de España no pueda comprar en la web de una empresa multinacional en Irlanda?

Existen barreras que no permiten conectarse y adquirir los mismos productos de una marca en otro país diferente del de conexión.

También en un supuesto mercado único europeo. ¿Y la Comisión Europea qué dice sobre esto? Pues igualmente lleva varios años intentando discernir cómo evitar estas barreras a la libre competencia. Por el momento, sin resolución.

Pero la supuesta libertad de movimiento de los productos y servicios dentro de la Unión Europea también encuentra otros obstáculos. Desde mi experiencia profesional, existen varios países que imponen barreras burocráticas a las empresas extranjeras. ¿Y cómo puede ser esto si está asegurada la libre concurrencia y la igualdad de oportunidades de cualquier empresa de la Unión? Muy fácil: imponiendo certificaciones y homologaciones “voluntarias”.

La mayor parte de estos requisitos dicen asegurar la calidad de los productos que se venden en su mercado. Además, siempre son certificaciones voluntarias, aunque en la práctica real sean exigidas por la mayoría de las empresas de ese país. Ejemplos hay unos cuantos: vender algunos materiales de construcción en Francia resulta misión imposible si no consigues las certificaciones locales, ser proveedor agroalimentario de supermercados franceses, alemanes o británicos requiere contar con los sellos de calidad demandados y algunos países imponen únicamente su idioma (minoritario y aunque conviva con otro como el inglés) para intentar ser proveedor público.

Estas ineficiencias de mercado (jerga de economistas) se unen a otras cuestiones legislativas que entorpecen la libre competencia. Una de las más flagrantes, la desigualdad fiscal entre los diferentes Estados miembros.

Una gran empresa puede aprovechar la falta de homogeneidad en los impuestos para situar su sede en aquel territorio donde cuente con ventajas fiscales.

¿Y estas empresas compiten en igualdad de condiciones con las que no pueden realizar estas ingenierías financieras? Obviamente no.

En conclusión, ¿mercado único? En algunos aspectos sí. Y esto ha incidido de forma muy positiva en el comercio intracomunitario, ampliando de forma exponencial las posibilidades de negocio de cualquier empresa. Sin embargo, aún subsisten situaciones legales y administrativas que entorpecen la actividad en algunos sectores y para las empresas más pequeñas. Aún queda mucho camino para conseguir la integración real en Europa.

Noelia Hernández

Imagen: gratisography.com
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