En una de nuestras conversaciones “para arreglar el mundo”, hablaba con un amigo del último debate de investidura en el Congreso. El tono de las intervenciones nos ha sorprendido a muchos. Sin embargo, no es algo nuevo en los diferentes parlamentos ni en la escena política mediática. Es más, desde hace años, vemos camisetas, fotos, palabras gruesas y otras maniobras para llamar la atención sobre los discursos. Hechos que destacan por el tono o las formas pero no por el fondo. El teatro gana protagonismo en el parlamentarismo.
Como decía mi amigo “parece que el zasca de twitter se copia desde el estrado”. Y es cierto. Podemos ver intervenciones parlamentarias que parecen buscar más el titular en 140 caracteres que comunicar sus propuestas. Titulares que consigan más retweets. Titulares que consigan más likes. Humillar y vapulear al adversario. Ese zasca aclamado en las redes sociales. Mejor si consigue un montón de memes. Para estudiar cómo ha cambiado la comunicación y el mensaje político. No basta con tener una batalla dialéctica donde se intercambien ideas, sino que se aplaude un discurso agresivo e incluso faltón.
Aún recuerdo como un día mis alumnos universitarios estaban especialmente revoltosos. Les propuse que twittearan la clase y compitieran para conseguir el mejor tweet. Nunca tuve una clase más silenciosa y concentrada. Quizá se trata de una muestra más del cambio generacional. Esa generación incapaz de concentrarse en un mensaje, que cuenta con toda la información posible a solo un click y no presta atención a una forma de comunicarse tradicional necesita este lenguaje para captar su interés.
Algunas veces se me representa más como un duelo de un spaghetti western. Un justiciero subido al estrado. Con un enorme altavoz en las redes sociales. ¿Estos mensajes provienen y se dirigen a una capa de población específica?
Pero no olvidemos que estos ataques se producen entre fuerzas políticas de la oposición. ¿Acaso no se debilita con esta guerra en el Parlamento? Y a todo esto, mientras unos y otros se dan zascas, el PP en una esquina, observando el espectáculo mientras come palomitas.
Noelia Hernández