Ayer se cumplió un año de aquel 24 de mayo. Aquel día que a muchos puede no decirle nada pero que supone una fecha señalada en muchas historias personales y colectivas. Nunca antes viví una noche electoral con tantos nervios.
Resúmenes sobre los cambios políticos, sociales o económicos se pueden hacer muchos pero me voy a limitar a echar la vista atrás desde un punto de vista personal. Momentos malos, muy malos pero también buenos, muy buenos. Nunca antes tuve la sensación de que el tiempo pasara tan rápido, volara. Gente interesante, mucha. Gente poco admirable, alguna. Aprendizaje, sobre todo mucho aprendizaje.
Me he sentido novata, de nuevo. Como el primer día temido en el que llegabas al instituto o a la universidad. De repente, ese hemiciclo en el que sentí tanta responsabilidad la primera vez que entré, se ha vuelto algo cotidiano. Ese escaño, con el número 57, es mi “sitio”. Ese púlpito que tanto impone la primera vez, se ha vuelto algo habitual. Esas palabras que antes no tenían sentido (PNL, enmienda, transaccional, moción) han cobrado significado.
Reconozco que me he emocionado en más de una ocasión, y dos y tres, aunque con mucho pudor.
Vivir desde dentro la política, conocer un partido, la relación con los medios de comunicación, con otros partidos. Aprender a moverte en ese ecosistema propio. Detectar cosas que deben mejorarse, y mucho. Pero reconocer cuán ingrata e injusta es a veces esta tarea. Sentir que ya estás en situación de quitarte los ruedines.
En definitiva, balance positivo. Momento político que marcará un punto de inflexión en nuestra sociedad. Cambios no solo políticos sino también sociales. ¿Cómo se hablará de esta época en cincuenta años? ¿Otra transición? Está siendo muy interesante vivirlo en primera persona. Aún tenemos muchas cosas que aportar y mejorar entre todos. Ayer hizo solo un año.
Noelia Hernández